9 de mayo de 2016

Maestras, mamás, pedagogas, forjadoras y constructoras de nuevas sendas en nuestros territorios

Por: Dora Estella Cardona Castro


Las mujeres hemos realizando una labor fundamental como  educadoras en Colombia. Varios análisis coinciden en señalar que desde el siglo XIX  las oportunidades de inclusión de la mujer en la educación han estado signadas por la exclusión como consecuencia de una cultura patriarcal marcada en cada trazo de las montañas antioqueñas; no obstante, las mujeres hemos sabido ganarnos un lugar en la labor de educar en Antioquia. El ingreso de la mujer a la escuela secundaria data de 1.873 y la formación que recibía se refería a las manualidades, religión y cultura general. La Escuela Normal de Institutoras de Antioquia se crea en 1.874, esta adelantó una labor importantísima en cuanto a la formación de maestras. Abrió sus puertas a la luz de la pedagogía de María Montessori y bajo la dirección de la gran pedagoga María Rojas Tejada. 

En 1916 irrumpe en el escenario de Antioquia la congregación conocida actualmente como Misioneras de la Madre Laura Montoya Upegui; esta mujer de Jericó, fue una auténtica pedagoga en una época en que las mujeres estábamos confinadas a los trabajos estrictamente domésticos o escasamente a la enseñanza de las primeras letras a los hijos. 


Ser maestra fue uno de los primeros oficios socialmente aceptados para las mujeres, lo cual permitió la inclusión de ellas en la escena laboral, como prolongación de las labores de crianza, a manera de apostolado desde las comunidades por parte de congregaciones religiosas o por otras circunstancias; lo cierto es que el papel destacadísimo desempeñado por pedagogas antioqueñas en la formación de diferentes generaciones, en la construcción de instituciones educativas en nuestros territorios, en la apertura a corrientes pedagógicas experimentales, en la elaboración de aportes al saber y prácticas pedagógicas, le dan hoy a las mujeres pedagogas del departamento de Antioquia, un capítulo especial en nuestra historia.      

En la actualidad muchas mujeres hacen la historia pedagógica en Colombia: millones de mamás en sus casas construyen la pedagogía de la vida a través del ejemplo y el testimonio diario, doblándose en jornadas laborales extensas para encarar sus responsabilidades laborales y atender sus quehaceres cotidianos en casa; las madres comunitarias realizan una labor importantísima como pioneras de la educación inicial y con su lucha han mostrado que deben ser reconocidas laboralmente y visibilizadas como pedagogas de la primera infancia, con derechos laborales claros y concretos; mujeres intelectuales de la pedagogía como Olga Lucía Zuluaga, entre otras, han hecho invaluables aportes al saber pedagógico en  Colombia. 

Muchas mujeres han aportado y vienen aportando en la formación de generaciones de seres humanos capaces de incidir positivamente en la vida de sus comunidades; comprometidas con la formulación de nuevas lecturas territoriales; dispuestas a realizar acciones de formación y transformación cotidiana.

Ser maestras, docentes, gestoras, constructoras, forjadoras  de nuevas rutas para la vida y por la vida en unos escenarios marcados por las violencias de género, por la marginalidad, por el conflicto armado, es hoy una labor que adquiere vitalidad, sentido total en un país que quiere escribir otras páginas diferentes a la violencia que ha marcado nuestra historia durante cincuenta años.

Una tarea difícil, loable y compleja se nos presenta ante nuestros ojos a  las maestras de nuestros días: la familia como primer espacio formativo y la escuela como uno de los escenarios del proceso educativo deberán forjarse desde la pedagogía de la comprensión, la esperanza, la paciencia, la transformación de nuestra propia manera de entender el mundo en que vivimos; desde el cambio y adaptación ágil a las nuevas circunstancias creadas por las tecnologías de la información y comunicación, las cuales colocan a la maestra de hoy en función de formar y no de informar.

Nuestros territorios rurales merecen que acojamos el legado que nos han dejado las mujeres que han hecho historia pedagógica en nuestro departamento y a la luz de las “nuevas” realidades, escribamos las páginas de la paz en la escuela del siglo XXI.

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