11 de junio de 2016

Un acto de responsabilidad

EDITORIAL

Después de los reiterados intentos de terminar el enfrentamiento armado que sufrimos en Colombia desde el asesinato de Jorge Eliecer Gaitán, hoy se está fraguando ante nosotros la posibilidad real de empezar a construir un país que pueda resolver sus conflictos por las vías del debate de los argumentos y no de las armas.

Es cómodo para algunos exigir penas drásticas para los autores de los crímenes de guerra; para quienes han sido desplazados de sus tierras, que son millones de colombianos pobres, trabajadores sin empleo ni futuro, para quienes han perdido sus familiares y pueden ellos mismos perder su vida, es urgente, es indispensable la terminación del enfrentamiento armado y que se inicie el tránsito a la reparación y a las posibilidades para una existencia sin miedo, sin amenazas, una vida donde la dignidad no sea una mera palabra.

Y también para los otros millones de colombianos, víctimas indirectas de la guerra que ha postrado este país para que se enriquezcan algunos con la corrupción, el tráfico de armas, drogas, gentes, la usurpación de tierras, la entrega del patrimonio natural, para todos nosotros, es urgente y justo tener la alternativa de un país que garantice no solo el respeto a la vida, también a una sociedad solidaria con dirigentes idóneos, honestos, unos líderes que no sean la vergüenza pública.

Una forma cruel de continuar esta guerra es cerrarle el paso a los acuerdos que están a punto de concluir en La Habana. Reclaman que no haya impunidad, que haya sanciones para todos los responsables de las muchas atrocidades cometidas; pues bien, empecemos con el señor Presidente de la República que como Ministro de las fuerzas militares de Colombia de entonces fue responsable de los más de tres mil falsos positivos con que fueron asesinadas personas inocentes para hacerlas aparecer como bajas de las guerrillas; y no sólo él, su jefe inmediato, el entonces Presidente de Colombia; y los altos mandos militares y los jefes guerrilleros, y los grandes finqueros, industriales y comerciantes que patrocinaron los paramilitares, y los pequeños finqueros que apoyaron la guerrilla voluntariamente o por miedo a morir, los congresistas que no hicieron nada para evitar la tragedia y los congresistas que se involucraron directamente en el horror, y los alcaldes y los periodistas que favorecieron unos u otros grupos, y los mandos medios del ejercito, la policía, la armada, la guerrilla, los paras, y usted lector que no hizo nada o estuvo de acuerdo y yo que tampoco hice nada a pesar de no estar de acuerdo.

Decir que el Presidente Santos, el hijo de la oligarquía más rancia de este país, el ministro de todos los presidentes, es comunista al servicio de las Farc, pareciera un chiste, pero en realidad es una desinformación malintencionada para tratar de justificar la continuación de la guerra. Que el gobierno le está entregando el país a las Farc, es otro engaño, ahí están los acuerdos, en este periódico los hemos presentado.

No es aceptable que al horror de sesenta años de miles de muertos, desparecidos, mutilados, millones de desplazados, de una sociedad señalada como la segunda más injusta del mundo, no quiera silenciar las armas, no quiera darse la oportunidad de salir del horror. Sabemos que la verdadera paz se construirá paso a paso durante una larga jornada, pues el daño que tenemos en nuestra alma es muy, pero muy profundo. De lo que se trata ahora es de dar el primer paso: terminar el enfrentamiento armado.



No hay comentarios.:

Publicar un comentario