EDITORIAL
“En realidad, el acceso al agua potable y segura es un derecho humano básico, fundamental y universal, porque determina la sobrevivencia de las personas, y por lo tanto es condición para el ejercicio de los demás derechos humanos”. Papa Francisco, encíclica El cuidado de la casa común.
Cumplir la responsabilidad de proteger el elemento esencial para la vida presente y futura no es una tarea fácil ni que se pueda postergar en un mundo donde el consumo acelerado e irracional de mercancías superfluas conlleva más y más apropiación del agua por la industria.
El agotamiento de las fuentes hídricas en el planeta es un hecho real, también en nuestro país y en las veredas de nuestros municipios. Es en los lugares de nacimientos de agua donde se decide el futuro de la humanidad.
El gran capital internacional considera el agua como un recurso, o mejor, como SU recurso que debe ser explotado para obtener utilidades. Las comunidades urbanas y rurales entienden y necesitan el agua como el medio insustituible para existir, es por tanto un patrimonio de la humanidad. Ante el antagonismo entre quienes quieren apropiarse de lo que para otros es su patrimonio esencial, los ciudadanos organizados defienden los acueductos comunitarios mejorando su gestión, protegiendo las áreas naturales y racionalizando el consumo.
Un ejemplo de resistencia ante la apropiación y contaminación de las aguas comunitarias nos están dando desde hace unos 5 años los campesinos del corregimiento Palocabildo en Jericó. En sus montañas la multinacional minera Anglogold Ashanti tiene una titulación de 7.600 hectáreas, en las cuales ha venido perforando hasta profundidades de 2.500 metros para obtener muestras que le permitan identificar el volumen de metales a ser extraídos en una proyectada explotación subterránea.
Poco después del inicio de las perforaciones, los habitantes de Palocabildo y otras veredas jericoanas, así como los residentes del corregimiento Palermo de Támesis, cuyos acueductos se abastecen de las fuentes nacidas en las montañas perforadas por la minera, verificaron merma en los caudales y descubrieron que los taladros habían roto por lo menos dos fuentes subterráneas, hecho que inició investigaciones por CORANTIOQUIA, autoridad que tomó hace más de un año la medida preventiva de no conceder más agua a la minera hasta que ella presente un estudio calificado de la hidro geología de la zona de exploración, estudio aún inexistente.
Además del escape constante de agua durante años en esas rupturas, el 28 de febrero de este año los campesinos de Palocabildo, después de verse obligados a superar una portería metálica y soldados que cierran el paso en una servidumbre histórica de Támesis y Jericó, hicieron un nuevo recorrido por la zona de exploración que en la actualidad se halla en receso, pues la empresa anuncia estar afinando sus estudios, “fase conceptual” la llama ella, para optar por la solicitud de licencia de explotación de una mina de cobre, oro, plata y molibdeno que extraerá 604 millones de toneladas de rocas que serán pulverizadas y mezcladas con químicos tóxicos que permitan recuperar y exportar los metales. En este recorrido los campesinos encontraron y dieron a conocer a la opinión pública el vertimiento constante y ocultado durante años por la empresa de agua nauseabunda y contaminada a un afluente de la quebrada mayor de Jericó.
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